La imagen del individuo como un yo puntual, que nos parece lo natural, no lo fue siempre; tiene una historia, y una inercia, como la de cualquier paradigma, y hoy está en fase de crisis.
El nuevo paradigma a nivel general, que no termina de cristalizar, no lo hace porque requiere consolidar previamente uno a la escala de la identidad, de la autoimagen, de una nueva forma de ver lo que sea ser un individuo. A ese nivel, hay demasiadas imágenes aspirantes en competencia, pero ninguna puede prevalecer, porque ya no es aceptable UNA donde el pluralismo, la diversidad y la multiculturalidad son valores. Por eso, el desafío es conjugar; el nuevo ser deberá ingeniárselas para reunir todas las imágenes, todos los mundos, y solo será posible en la medida en que lo logre.
La idea es que la imagen del HIPERSER fractal que aquí se irá desplegando tiene esa capacidad de reunirlas a todas, de conjugarlas en una; el proyecto es mostrar y comparar como se ve, se actúa y se funciona desde una y otra autoimagen[1],
o, desde otro ángulo, mostrar, a través de algo así como un experimento mental, como se conecta la realidad con la identidad.
¿Qué es, entonces, el HIPERSER fractal?
Un fractal es una figura compleja en la que cada porción, a distintas escalas, es semejante al todo, lo reproduce en todos sus detalles; a eso se le llama autosemejanza (fig. 1a y 1b).

Fig. 1b. Ejemplos de la naturaleza

Imaginemos un objeto con estructura fractal. Cualquier porción que yo tome de él, mayor o menor, de aquí o de allá, será semejante al todo, y a las otras, estará contenida y contendrá a las otras.
Imaginemos un tiempo con estructura fractal. Cualquier porción de tiempo que tome, contendrá a las otras, por lo tanto, cualquier presente, cualquier instante, cualquier lapso, será pasado y futuro, contendrá todo el pasado y el futuro.
Imaginemos al cambio como evento fractal, o aplicado a un fractal, o a los eventos como fractales, o al movimiento como fractal; lo que cambia aquí, en ésta porción, cambia instantáneamente en todas las porciones, en el todo. En ese sentido, los sucesos van más allá de sí mismos, se convierten en hipersucesos.
No importa cuán complejo, cuan extenso, o de qué sustancia sea el todo; la diferencia que se genera en una parte, aparece y se refleja en todas.
Si imaginamos ahora a ese “todo” que estamos considerando como un ser, resultará uno que está más allá del Ser, de la entidad individual; lo estará porque es todos los seres a la vez, porque es la parte pero también el todo, porque recibe las particularidades y cambios de cada uno, y genera particularidades y cambios en todos y en el todo, porque es en todos los tiempos y de todas las maneras, porque es él y todo lo que no es él. Ese es el significado del prefijo “hiper”: “más allá de”.[2] Así, un “ser” fractal será un hiperser.[3] Y la primera parte de la tesis es que esa imagen, la del hiperser, está latente en muchos de nuestros comportamientos y actitudes, y puede describirnos hoy más adecuadamente que la del ser como individuo puntual. [4]
¿Cómo podría ser la realidad de un hiperser fractal? Si en él hay todos esos estados superpuestos, se podría pensar su realidad como se piensa la realidad cuántica. En la realidad cuántica, muchos estados o dimensiones son posibles hasta que se pregunta por uno; la medición genera la dimensión a medir y determina el valor que se obtendrá al medir. Todos los estados posibles están, superpuestos, pero se define y manifiesta solo aquel por el cual se pregunta. En este hiperser fractal que estamos construyendo, entonces, cada parte sería un estado posible, superpuesto, contenido, y cada todo, una pregunta realizada, una medición. O, recíprocamente, cada parte podría funcionar también como una pregunta, una medición, y el todo resultaría ser el conjunto de los estados superpuestos, porque la parte es semejante al todo, también contiene a todos los estados posibles.
La segunda parte de la tesis es que cuando miramos nuestra realidad con ojos de hiperseres, como superposición de estados, logramos funcionar donde hoy no; lo que estamos viviendo se reconoce como una crisis de lo que somos, de nuestra autoimagen como individuos puntuales, y muchas de las actuales perplejidades, de las zonas donde no estamos logrando funcionar, se ven como productos del seguir utilizando la imagen del ser, donde ya nos comportamos (o donde nos convendría comportarnos) como otra cosa.
de «HIPERSER. Identidad y Fractalismo». Eva Neuer, 2020, pp 7-11
[1] O, como lo expresa Rorty, (1989 p.342) “…el cambio en la conducta que se produce como consecuencia del cambio en la autodescripción”
[2] ¿por qué “hiper” y no “trans”, o “meta”? Trans no corresponde porque implica un resto, un afuera y algo que cae en ese afuera, y en la imagen que se propone, como se irá viendo, no hay ni un afuera ni nada que quede allí; “meta” tampoco, por la connotación de “oculto detrás”, o a otro nivel.
[3] Nótese la diferencia con el uso del prefijo por parte de G.Lipovetsky. A medida que el texto se desarrollando, irá quedando claro que es casi opuesto a su hiperindividualismo (o al resto de sus “hiper”), que habla de exceso, de la “fuerte exigencia de autonomía individual que lleva a las personas a emanciparse de las limitaciones y obligaciones colectivas”.
[4] Como construcción, es decir, siempre desde la base de que no se trata de “lo que seamos realmente”, ni de ninguna descripción psicológica (aunque pueda funcionar mejor que otras construcciones para ello), ni de un “verdadero yo”, ni supra ni intraindividual (como el que asociaría I. Berlin a la libertad como autorrealización, por ej.).